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Quiero y no puedo

Quiero y no puedo

“¡Gol de mi Bolivia, mi Bolivia!”, todavía me lo estoy oyendo. Y ya afuera, en las calles, un muy oportuno gentío se congregaba para armarla en grande; una mini-peña folclórica –con la inacabable “Viva mi patria Bolivia” y coctelitos multicolores como motivos perennes-, un picadito de fútbol o una piñata-kermesse conmemorativa con Djs animadores, platos criollos, cumbia sabrosona, charros mexicanos, músicos de trova y payasos incluidos. Que vamos, que, pienso yo, somos el pueblo mas ocurrente y piñatero del orbe. Que puede que no se nos note y hasta lo disimulemos con nudos y corbatas, pero ni bien hay despiste asomamos el plumero presto. Y en esto: los ánimos de fiesta, celebrar como si el mundo se acabara mañana o esto de “lo comido y lo bailado…“, que es muy nuestro, la armamos como la armamos –y puede que en esto no haya quien nos gane. Y no es que a uno le moleste; es mas, que al calor del cotilleo, el baile, la música, y los abrazos, pues que les diré, nuestro cansino mundo y de repente merece ser vivido. Esto viene a cuento porque nunca faltan los que, al calor de la medalla de oro olímpica en fútbol sub-15 en Singapur, una vez mas se apuntan con la famosa cueca y el amague de pendoneo carnavalero –que puede que valga lo que valga para nosotros, tan simpáticos y amantes del novelón de las 7: un Potosí, pero que nos ha costado también un Litoral.

Y no es que uno ande por ahí ahogando las irreprimibles fiestas que nos trae, aunque pocas, el fútbol. Porque el espíritu de comparsa uno lo carga quiera o no y le pese a quien le pese, porque la culpa de ser boliviano uno no la siente ni se le acomoda; es mas, uno se regocija en no parecerse a esos marcianos de las Europas –tan secos y formales, eso si que es exótico entre toda la fauna humana. Pero es que también algo hay que decir, que el espíritu critico(n) uno no lo deja en el baulero solo porque hay puchero de gallina gratis. Pero es que digo que no es lo mismo ganar el Miss Universo que el Miss Colita en Sábado Gigante; o no es lo mismo que la maestra te haya puesto una estrellita dorada en ortografía que ganarte el Cervantes y tal. Luego vaya uno a saber si aquellos muchachitos no han sentido, muy al calor de la victoria, que la eternidad es un momento que se saborea despacito o que hasta hayan sentido aquel cosquilleo en el alma cuando les han tocado, muy a sus costas, el himno en Singapur. Y es que tampoco viene a cuento encharcar sueños juveniles y/o ajenos. Que en cuestiones de competición y/o  victorias nadie te entrega la cabra con las patas atadas. Ya se verá si nosotros, los que nos decimos que somos sus mayores, nos portamos a la altura y les facilitamos el duro trayecto, les echamos un cable a tiempo y les ampliamos el horizonte de oportunidades. Porque ya cansan tantos discurseadores oportunistas o entusiastas del jaleo y el palmeo recurrente, que aparecen solo cuando hay rondas gratis para todos. Por que anda tirado de fácil cuadrarse ante el himno bien pertrechado y en retaguardia, o viene siendo hasta simpático que a uno lo reconozcan en todas partes porque se apunta hasta en bautizos de peluches. Esto viene mucho a cuento porque, si mal no recuerdo, hace no mucho también un combinado sub-17 se apuntó con una victoria tanto o más significativa, y a estos jovencitos –vergüenza debería darnos- no los volvimos a juntar ni siquiera por el onomástico de San Serenin de la Sierra. Que ya el cacareo constante del trabajo planificado en divisiones inferiores ya huele a insufrible monserga; sobre todo cuando lo aplicamos solamente para justificar una humillante derrota y muy sueltos de cuerpo nos metemos a dictar sermones. Y es que lo fácil es asumirse boliviano al calor del gol, el trinaranjus y el entusiasmo patriotero. Lo cansado es hacerse al sueco cuando nos golean para luego mirar sañudamente para el otro lado, porque es cansado hacerlo todo el tiempo. No te jode.

En función de victorias hay los que dicen que para nosotros es un “quiero y no puedo”. Y ha de serlo si todos nos apuntamos para el pendoneo fiestero antes que para la “parte aburrida” del fabricar victorias, porque esas no necesariamente tienen que venir con el famoso “hoy no me bañè, hoy toca” o de la mano de unos pocos que porfiaron mas de la cuenta y que les “tocó en suerte”. Porque mas allá del esfuerzo, el despliegue de talento o el sacrificio que hayan puesto en la faena, a uno siempre se le antoja pensar en la bendita suerte con tanta mala bestia mentándonos que nacimos para perder y que no somos quien para cambiar el destino patrio. Eso si, suerte han de tener cuando todos en plan chacota los recibamos con himnos, cuecas, laureles y kantutas en el aeropuerto. Suerte también les ha de faltar cuando los dejemos tirados al lado del carretón luego de que se nos haya pasado la resaca. 

                     

 

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